10 de octubre: Dando la vuelta al castillo de Sumacarcer

Fue una excursión no prevista. Algo totalmente improvisado esa misma mañana. Primero fuimos a ver la presa de Tous. Una vez vista, nos dirigimos a Sumacarcer, donde comimos. El bar ya nos era conocido, porque con el tiempo empezamos a tener una buena base de datos de bares de pueblos de la Comunidad Valenciana. Ya sé que os extrañará leer que no comimos usando nuestro hornillo, pero es uno de los inconvenientes de la planificación rápida.

La excursión fue de las más cortas que hemos hecho. No llegó a los seis kilómetros, sin apenas desnivel. Ello unido a que tampoco llevábamos casi nada en las mochilas, propició que el esfuerzo físico fuera mínimo. Para ponerle un poco de emoción al asunto, decidimos hacer la ruta en el sentido contrario al aconsejado por Stewi (pa' chulos nosotros). Egon robó algunas mandarinas, que resultaron estar muy buenas, a pesar del escepticismo de Javi. Comprobamos que nuestra ruta servía también para las bicis de montaña, porque habían colocado algunos saltos con maderas a cual más suicida. Si hubieramos hecho la excursión en marzo-abril, "el aroma del azahar nos resultaría embriagador" (en palabras textuales de Egon), por la cantidad de campos de cítricos que atravesamos.

3 de octubre: Las riberas del Magro

Para comenzar su 4º año de existencia, Egon y Javi, los dos amiritmeros más experimentados, decidimos hacer una excursión que recorría un tramo del rio Magro. Nos hizo un día soleado, como es costumbre, pero no en exceso. Fue una excursión muy entretenida, en la que no paramos de atravesar el cauce de ribera en ribera. Al principio lo pudimos hacer facilmente, gracias a la existencia de puentes, pero más tardes los puentes se transformaron en troncos o en simples rocas, que nos hicieron más difícil nuestra ruta, aunque también más aventurera. Nuestro guía Stewi aseguraba que nos tendriamos que descalzar alguna vez, pero Egon demostró que estaba equivocado. Por si eso no era suficiente, en algunos tramos tuvimos la sensación de estar en plena jungla, por la cantidad de vegetación y plantas punzantes que tuvimos que atravesar. No obstante, nada nos pudo detener, aunque dimos algún rodeo. Las plantas no eran las únicas que nos querían. Los animales, representados por las avispas, nos hicieron una visita mientras comiamos. Y más tarde, dos ciervos cruzaron el camino delante de nuestras propias narices.

En resumen, no tuvimos tiempo de aburrirnos en ningún momento, algo que es habitual en nuestras excursiones.