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4 de Diciembre: Sinarcas - El Barranco del Regajo

Por fin el tiempo nos concedió un respiro y pudimos realizar la excursión programada acompañados de un estupendo día. En esta ocasión el destino era Sinarcas, e íbamos a recorrer parte del Barranco del Regajo siguiendo la recientemente adquirida nueva guía de nuestro Stewi.
Quedamos todos puntuales en la parada de Nou d'Octubre y nos fuimos poco a poco hacia Sinarcas, escuchando una canción de Cher que nos acompañaría durante todo el día, e intentando traducir frases del italiano, que jamás fue tan complicado.
Una vez en Sinarcas, nos dirigimos a la Ermita de San Marcos, punto de partida de la ruta. Aunque el Sol brillaba fuerte en el cielo, el frío fue nuestro principal compañero de excursión, haciendo que hasta Karolina (Polonia) y Víctor (Valladolid) tuvieran que abrigarse convenientemente.
La ruta pronto nos mostró unas estupendas vistas desde el Mirador de las Grajas, en donde se podría apreciar el surco realizado durante siglos por el barranco.
Continuamos el descenso al lecho y, con una pequeña pérdida, llegamos a través de un cómodo camino junto a un antiguo, aunque muy bien conservado, molino. Allí decidimos almorzar, disfrutando de la tranquilidad, del sol, y de unas adictivas galletitas saladas que nos invitaban a seguir descansado allí. No obstante, la cabeza pudo al corazón y nos volvimos a poner en marcha.
Una vez en el lecho, caminamos junto a él mientras Víctor nos comentaba las distintas modalidades del juego de orientación, y Karolina disfrutaba de las fotografías entre los huecos de las rocas.
Al llegar a un punto que consideramos difícil de vadear, volvimos tras nuestros pasos y regresamos al molino, retomando la ruta junto a un centenario chopo. Pronto comenzaron los problemas, pues las lluvias de los últimos días y la humedad reinante, hacían del suelo (muy arcilloso por cierto) una auténtica pista de patinaje en algunos puntos. Tras comenzar por el lecho, subir a una acequia, bajar de nuevo al lecho, sortear cientos de zarzas... la aparición del área recreativa del Regajo nos sentó a todos como una bendición divina. Allí decidimos preparar la comida aprovechando las magníficas instalaciones. El chef Egon nos preparó unos chivitos (uruguayos o españoles), que sentaron de maravilla mientras comentábamos las diferentes formas de celebrar la Navidad.

Si pensábamos que ya estaba todo hecho, sin duda nos equivocamos. Después de comer, el camino siguió con su tónica anterior de barro, plantas, árboles, agua... ni tan siquiera las huellas de los animales nos marcaban un camino mejor. Harta de tanto barro, Karolina decidió limpiarse los pantalones metiéndolos hasta casi la rodilla en uno de los vados del barranco.
Finalmente, tras realizar 3 kilómetros en hora y media, llegamos a una preciosa chopera en donde Egon nos recordó que todavía estamos en otoño y en donde descubrimos que Enrique es de sangre fría (¿o era caliente?).
La vuelta por el otro lado del barranco se hizo considerablemente más cómoda, ya que salvo algún corto tramo, el resto era por pista, lo cual se agradeció y mucho.
Finalmente llegamos a la ermita atravesando un campo de vid primero y otro en barbecho después, nos limpiamos el abundante barro que traíamos encima, y nos fuimos al pueblo a disfrutar de unos merecidos cafés, tés y colas.

4-Junio: El Barranc del Queixal-Fresnal

Amaneció un día en que los meteorólogos pronosticaban lluvia y frío y, sin embargo, apareció soleado. En función del tiempo debíamos escoger entre dos posibles rutas: la Ruta del Agua de Chelva o el Barranc del Queixal-Fresnal, en Mijares (Buñol). El miedo a que los meteorólogos acertaran a media mañana o las ganas de guardar la Ruta del Agua para un día de más calor y mejor tiempo, nos hicieron decantarnos por Mijares.

Quedamos, esta vez, junto a la parada de Campanar-La Fé junto con un grupo muy novedoso. A los tradicionales Egon y Enrique Izquierdo, se nos unió Raquel que hacía tiempo que no venía, y Karolina, que tras casi un año de ausencia por fin pudo volver a los montes. Además, a última hora Claudia no pudo venir, pero en su lugar apareció Gustavo, un nuevo compañero de
Colombia que se animó a venirse con nosotros. Finalmente, Cristina y Raúl consiguieron convencer a tres de sus amigos para que probaran con nosotros: Adrián, Agustín y Jorge, los que esperamos se divirtieran con nosotros.

Una vez llegados a Mijares, no sin antes haber parado diez minutos a hacer un heterogéneo descanso (la mitad estaban mareados y la otra mitad almorzaron), comenzamos la ruta. Esta vez seguíamos las instrucciones de la página web Senderos Valencianos, que resultaron ser un poco erróneas. Menos mal que acompañan la ruta para GPS... Por una cosa u otra, nada más empezar nos perdimos y escogimos el camino erróneo. Menos mal que al poco rato supimos rectificar y regresamos a la senda correcta.

La ruta transcurría tranquilamente por camino hasta que llegamos a la citada rambla.
Allí el camino se volvió más aventurero y nos obligó a sortear piedras, rocas, plantas y hasta alguna pequeña pared que tuvimos que "escalar". No obstante, hay quien encontró esto de lo más divertido y disfrutó cual niño/a pequeño/a.

Continuamos la ruta ya de forma más tranquila, mientras Karolina nos sorprendía con su cada vez mejor y más fluido castellano, y Gustavo nos daba consejos médicos para prevenir y curar tendinitis.

El hambre comenzaba a acechar y decidimos esperar a una fuente que citaba la ruta para comer.
Si alguien ha visto la fuente que nos lo comunique... Allí no había nada, así que proseguimos la ruta hasta encontrar un sitio donde comer. Pero nos aguardaba una sorpresa: el camino sufría un gran ascenso y el hambre de algunos nos hizo dudar de continuar o parar ya. Finalmente se impusieron lo que querían continuar y proseguimos. Al final encontramos una especie de chalet o caseta de montaña y comimos allí pensando que nos encontrábamos en la zona de acampada. La comida fue entretenida y diversa, y un poco más y nos vamos de allí convertidos en Spidermans y Spiderwomans, por que las arañas del lugar tenían un tamaño que superaba al corriente.

Tras comer, encontramos la verdadera zona de acampada, mucho mejor acondicionada y preparada que nuestra "zona de acampada", aunque ya poco nos importó al llevar la tripa llena.
Y la tarde empezó como la mañana: nos separamos del camino. Aunque esta vez decidimos no volver atrás, sino atajar a través de una pequeña bajada monte a través de lo más entretenida, sobre todo el último tramo que hicimos con un particular sistema de frenado.

Y poco a poco, con las quejas de algunos por que la ruta resultó más larga de lo previsto, y los chistes de otros, llegamos de nuevo a los coches. Y para concluir, como no, nos tomamos un refresco en el bar, pero como no había en Mijares, nos acercamos a Yátova. Si el bar no va a "A mi ritmo", "A mi ritmo" va al bar...

7 de febrero: Alrededores del embalse de Benagéber


Era una fria o nubosa mañana de invierno. 11 intrépidos aventureros se disponían a hollar con deleite unas oquedades topaceas... Vale, lo siento, me ha salido sólo. De tanto leer a Stewi me he contagiado.

Después de un viaje tranquilo, donde comprobamos como rugía el coche de Enrique Molina, llegamos a la presa del embalse de Benagéber, desde donde comenzaba nuestra ruta. Nada mas empezar, desoimos el consejo de Shrek: "si ves un túnel, no vayas hacia la luz". Una vez salimos de él, Tomás comenzó su primera lección del día: "la energía nuclear". A consecuencia de ello, Enrique Izquierdo estuvo a punto de dormirse mientras caminaba.

Tuvimos que parar en numerosas ocasiones, porque casi todos los integrantes llevaban su propia cámara fotográfica, y la belleza del paisaje no ayudaba a mantener un ritmo constante. Uno de los lugares de más éxito fue el puente colgante, donde nuestras debutantes internacionales (Karolina, Cristina y Alexandra), comprobaron lo locos que estamos los españoles en general, y los amiritmeros en particular.

Comimos, ahora sí, junto a unas oquedades topaceas, un menú que brilló por su calidad y cantidad. La siesta posterior de Enrique M. dió fé de ello. Una vez retomada la marcha, Tono y Rafa compitieron por quien se hacía la foto más arriesgada junto a una roca saliente, al borde de un precipicio (¡lo que hay que hacer por tener un buen perfil en el facebook!).

De vuelta a la presa, Egon nos guió a un bar de Chelva, para acabar la excursión como Dios manda, según manda la tradición de nuestro grupo.

Si quieres ver las estadísticas de la excursión pincha aquí.